A diferencia de en los proyectos tradicionales, en aquellos que se basan en la innovación, los stakeholders forman parte activa del proceso, en lugar de ser solo figuras externas a las que se informa. Su rol puede variar en cualquier momento y su implicación puede ser decisiva para que una iniciativa avance o se quede estancada. Por tanto, la gestión de stakeholders implica saber ajustarse a sus expectativas en un entorno que está en constante cambio, con un riesgo elevado y en el que se requiere validación continua.
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El entorno en los proyectos de innovación se caracteriza por tener un ritmo de cambio que va más rápido que la propia gestión del proyecto. Así, aquellos objetivos que ayer eran prioritarios, hoy se quedan fuera del plan de acción o roadmap. Este ritmo afecta directamente a los stakeholders, ya que sus intereses evolucionan, su poder de influencia se puede ver modificado y sus expectativas están continuamente bajo presión.
Por esta razón, la gestión tradicional basada en análisis estáticos deja de ser útil. Lo que se necesita en este caso es un modelo adaptable y que se pueda revisar de forma constante.
Además de actualizar el mapa de stakeholders, habrá que mantener diferentes canales de comunicación abiertos, que serán los que ayudarán a detectar señales de cambio antes de que se conviertan en bloqueos del avance del proyecto. Para ello, hay que entender cuáles son las funciones del agente de cambio en la gestión de dichos proyectos.
Una herramienta útil son las dinámicas iterativas, que se inspiran en las metodologías ágiles. En ellas, se puede reajustar la relación con cada stakeholder a medida que el proyecto avanza. Este reajuste puede referirse tanto a redefinir sus roles como a un cambio en su grado de participación.
La identificación de stakeholders en la mayoría de proyectos tiene características similares. Se trata de clientes, inversores o proveedores, principalmente. Sin embargo, en los proyectos innovadores participan actores que no aparecen en las categorías tradicionales. La innovación genera nuevos tipos de participación e interés, y con ellos, nuevas formas de relación, como las siguientes:
Son personas o grupos dispuestos a probar soluciones que todavía no han madurado. Pueden validar ideas, pero también pueden frustrarse si no se gestiona bien la expectativa.
Se trata de usuarios organizados que participan activamente en testeo y mejora de productos. Además de beneficios funcionales, quieren formar parte del desarrollo.
Evalúan la sostenibilidad, el impacto social o la ética del proyecto. Su influencia es creciente, sobre todo en innovación social o tecnológica.
Son colectivos que actúan como entornos de presión, visibilidad o legitimación, con la capacidad para redefinir prioridades del proyecto.
En los proyectos de innovación, la gestión de stakeholders va más allá de mantenerlos informados. Ahora, se les integra en el proceso de creación. Esta lógica de colaboración cambia por completo la relación, puesto que en lugar de convencer, se construye entre todas las partes. De hecho, hay modelos como el design thinking o la innovación abierta que parten de esta base. Es decir, que los stakeholders son parte del equipo y sus aportaciones enriquecen el resultado.
Sin embargo, esta integración es posible cuando se definen con claridad los límites del proceso participativo; qué decisiones están realmente abiertas a influencia, cuáles no lo están y cómo se va a incorporar el feedback recibido.
La co-creación exige transparencia, seguimiento y comunicación constante. Y, sobre todo, una mentalidad abierta a cuestionar incluso los supuestos iniciales del proyecto.
La matriz de stakeholders tradicional por poder e interés se queda corta. Es más útil observar los roles dinámicos que cada actor puede asumir en distintas fases: usuario, prescriptor, crítico o colaborador. Esta flexibilidad ayuda a entender cómo y cuándo interactuar con ellos con eficacia.
Un último paso es la medición del compromiso, puesto que el interés es mutuo. Más allá de la asistencia a las reuniones, hay que observar la participación activa, las propuestas espontáneas, la disposición a asumir riesgos o la capacidad para influir.
En innovación, la gestión de stakeholders necesita revisiones continuas que se basen en señales claras. Por todo ello, el papel de una PMO cobra relevancia para estructurar y facilitar estos procesos.
La gestión de stakeholders en innovación exige flexibilidad, escucha y adaptación constante. Si quieres aprender a liderar proyectos de este tipo en entornos complejos, fórmate con nuestro máster.